En el blog anterior, les hablé de mi visita al neurocirujano y su recomendación de terapias. Luego aprendí que las terapias formarían parte de mi rutina diaria. Me tomó un tiempo conseguir que el doctor emitiera la orden para comenzar las fisioterapias. Unas semanas después, empecé el tratamiento. Este consistía en aplicar frío, calor, algo de presión y masajes. Además, visité otros centros de terapia donde el enfoque era diferente. Sin embargo, el resultado tampoco fue el esperado.
Durante ese tiempo, trataba de equilibrar mi trabajo, la terapia, la acupuntura y, para ese entonces, había dejado de ir al gimnasio. Tenía mucho miedo después de haber sentido ese desequilibrio que les conté en el capítulo anterior. Tampoco iba al Parque Omar porque me costaba mucho caminar. Intenté hacerlo en algún momento y la verdad es que no pude; era más incómodo que doloroso o imposible.
Recuerdo que un domingo decidí ir a la cinta costera a montar bicicleta porque estaba acostumbrado a ejercitarme y llevaba una vida bastante activa. Creo que fue lo peor que pude haber hecho porque, al finalizar, mis piernas se sentían entumecidas, como si fueran piezas de cemento. Monté bicicleta por 20 minutos y, cuando terminé, no podía ni mantenerme de pie.
Durante el proceso, también experimenté un fenómeno preocupante. En mis sesiones de acupuntura, empecé a sentir que la piel me temblaba. Comenzó en la espalda, luego en los brazos y, poco a poco, lo fui sintiendo en otras áreas del cuerpo. Aprendí que esto se llama fasciculaciones*. Este fenómeno generó aún más incertidumbre durante todo este tiempo.
Continuaron mis preocupaciones y, en una cita de control con el cardiólogo, me recomendó a un neurocirujano especializado en atletas. Conseguí una cita con él después de aproximadamente un mes y medio. Tras revisar los resultados de los rayos X y la resonancia magnética que me habían hecho anteriormente, me dijo que había un problema con el disco, pero que no recomendaba operar y que no estaba seguro de qué podría tener. Su sinceridad me inspiró confianza. Conversamos un rato y algo que me dijo y que me llamó mucho la atención es que los neurocirujanos usualmente prefieren operar, y en ese momento, me recomendó consultar a un neurólogo.
Durante todo este proceso, tanto mi familia, como amigos, conocidos y desconocidos, todos tenían una opinión. Surgían diagnósticos propios o basados en páginas web, recomendaciones de pomadas, menjurjes, masajes; una infinidad de cosas que a veces daban esperanza o generaban más estrés. No es fácil buscar soluciones en los médicos sin encontrar una respuesta definitiva. A pesar de todas las opciones exploradas y los consejos recibidos, el camino hacia un diagnóstico concreto y la búsqueda de soluciones continuó.
Acompáñenme en esta travesía llena de descubrimientos y desafíos. Este no es solo un viaje personal, sino uno que compartimos todos aquellos que buscamos respuestas en medio de la incertidumbre. En el próximo capítulo, les revelaré cómo enfrenté situaciones que jamás imaginé y cómo cada experiencia me enseñó algo valioso sobre la vida y sobre mí mismo. Sigamos adelante, juntos en este viaje de exploración y esperanza.
Be happy!
Rogelio
*Las fasciculaciones son pequeñas contracciones involuntarias de músculos, a menudo visibles bajo la piel. Aunque pueden ser comunes y sin importancia en personas sanas, en el contexto de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), representan algo más serio. La ELA es una enfermedad progresiva que daña las neuronas motoras, causando debilidad y parálisis. Las fasciculaciones en la ELA se deben a la degeneración de estas neuronas y pueden ser uno de los primeros síntomas de la enfermedad. Sin embargo, por sí solas, no son suficientes para diagnosticar la ELA, requiriendo evaluaciones médicas detalladas para confirmar la condición.